El documento, que posee una extensión relativamente corta, se encuentra escrito en un lenguaje sencillo (la razón de tan insólita simpleza en el discurso, obedece a que los autores debían entregar un producto destinado a la más amplia y popular difusión, a partir del cual pudiese comenzar un proceso educativo distinto, situado al margen de las alienantes formas y preceptos de la burguesía). Consta de cuatro partes o capítulos, y se inicia con una vehemente declaración de reconocimiento al comunismo como fuerza política internacional.
En la primera parte, titulada Burgueses y Proletarios, los autores exponen la tesis que constituirá la piedra angular de toda su dialéctica materialista, a saber: “la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases” “(1969:34)”. En efecto, para Marx y Engels resulta evidente que la historia universal ha avanzado con el motor de las contradicciones, esto es, por el impulso dialéctico que surge de la lucha constante entre una clase dominante y una dominada. Esta nueva concepción del mundo, fundada dialécticamente, asume como principio general la contradicción permanente entre estamentos sociales, los cuales se han de negar uno al otro hasta llegar, con la transformación revolucionaria de toda la sociedad, a un nuevo momento de afirmación estamental o de clase. La dinámica condicionada por el desarrollo de las fuerzas materiales o las fuerzas productivas en cada nueva época, o lo que podríamos llamar la síntesis o afirmación histórica, engendra necesariamente una antítesis o negación de la afirmación, quedando listo el terreno para otra contienda en la historia que dará lugar, a su vez, a nuevas afirmaciones y sucesivos antagonismos:
“De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía” “(1969:35)”.
Este es el proceso que ha tenido lugar, en términos generales, a través de toda la historia escrita, o lo mismo, no primitiva. No obstante, nuestros autores llaman la atención sobre algo que resulta particularmente interesante:
“En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de diversas condiciones. Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado” “(1969:35)”.
En este sentido, “la moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal” “(1969:35)”, emprendió una desaforada carrera por desarrollarse industrial y comercialmente. Claro que tan acelerado despliegue económico se vio influido por la conquista y colonización de América, y por el establecimiento de colonias en vastas y ricas regiones orientales; dos importantes acontecimientos que empujaron a la burguesía por el vertiginoso camino del capitalismo, y sin los cuales, seguramente, no hubiese alcanzado tantas victorias como clase.
De suerte que preparado el terreno con el abono de la colonización, la burguesía europea estuvo lista para desarrollar casi automáticamente, con “la prodigiosa activación del mercado mundial”, sus lazos comerciales, los medios de transporte, el auge de la industria y la paulatina generación de capitales. Asimismo, la burguesía fue progresando políticamente de una forma paralela, llegando finalmente a “conquistar la hegemonía exclusiva del poder político en el Estado representativo moderno, que al decir de los autores, no es más que “una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa” “(1969:37)”.
La burguesía es de cualquier forma, desde el punto de vista de Marx y Engels, una clase que “ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario” “(1969:37)”. Lo es, resumiendo algunas consideraciones:
1. Por haber anulado las viejas relaciones religiosas, feudales, políticas, profesionales y familiares de la Edad Media, “estableciendo una explotación abierta, descarada, directa y brutal, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas” “(1969:37)”.
2. Por revolucionar constantemente los mecanismos de producción, y con ello las relaciones sociales en su conjunto, haciendo necesaria la apropiación del mercado mundial, y en consecuencia, la universalización de la producción, la destrucción de la economía nacional y el aniquilamiento de culturas y civilizaciones completas.
3. Por haber transformado profundamente las condiciones geográficas, sometiendo el campo al control de la ciudad. También por eliminar las características de la vida rural-aumentando exageradamente los índices demográficos-, y organizar una tremenda aglomeración social dirigida a partir de la centralización de los medios de producción en las grandes urbes.
4. Porque “el sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo como por encanto, como si salieran de la tierra, etc., demuestran que la burguesía, a lo largo de su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas” “(1969:39)”.
Estas y otras razones permiten distinguir a la burguesía, en definitiva, como una clase social realmente revolucionaria. Sin embargo, permaneciendo firmes en su planteamiento dialéctico, Marx y Engels declaran que el sistema productivo moderno excederá los límites de su riqueza, entrará en contradicción consigo mismo y producirá, ante todo, “sus propios sepultureros”. La verdad de este fenómeno la ha venido demostrando la simplificación de las contradicciones de clase al interior del capitalismo, pues como es notorio, la creciente concentración de los medios productivos y sus resultados (el capital convertido en trabajo alienado) en unas pocas manos, pone de presente “que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad”. De modo pues que sea legitimo validar la intención de “hacer saltar toda la superestructura formada por la capas de la sociedad oficial” “(1969:45)”, preparar una revolución violenta (primero nacional y luego internacionalista) para derrocar a la burguesía, e implantar la dominación del proletariado a través de una dictadura. Al respecto, pueden estimarse los siguientes argumentos:
a) “En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, el capital, desarrollase también el proletariado, la clase de los obreros modernos.
b) Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno.
c) La burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad, ni de imponer a esta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase.
d) El proletariado no sólo constituye una clase que sufre, sino que precisamente la miserable situación económica en que se encuentra le impulsa inconteniblemente hacia adelante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva” “(1969: 15, 40 y 43)”.
En la segunda parte de la texto, titulada Proletarios y Comunistas, Marx y Engels analizan la situación del sujeto histórico de la revolución, el proletariado, las ventajas que representa un estadio de dominación obrera en oposición a las contradicciones que subyacen al sistema social burgués, los medios de los que ha de servirse el proletariado para alcanzar sus objetivos, y los fines que deben lograrse en el comunismo.
Es así como se comienza aclarando que los comunistas no tienen intereses que los separen del conjunto del proletariado, pero se distinguen de este por su aventajada preparación teórica, por tener una aguda conciencia de clase que los hace estar al tanto del movimiento en cuanto tal, y por ser “el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países” “(1969:46)”. Por lo tanto, los principios que pregonan, lejos de ser invenciones o caprichos dogmáticos, son ante todo el fiel reflejo de las determinaciones materiales que acaecen en la realidad. Así pues, viendo que la propiedad privada ha sido fuente de innumerables contradicciones y de la explotación de unos a manos de otros, los comunistas condensas su doctrina en la noción según la cual es necesaria “la abolición de la propiedad privada”. Esto no quiere decir, desde luego, que la abolición de la propiedad privada implique la abolición de la propiedad personalmente adquirida, entre otras cosas, porque la industria misma se está encargando de expoliar al trabajador lo que a él pertenece, despojándolo de la propiedad personal a través de la circulación de la fuerza asalariada que toma la forma del capital. “Lo que se quiere suprimir es el carácter miserable de la apropiación personal del producto del trabajo, indispensable para la mera reproducción, pues se trata efectivamente de abolir la personalidad burguesa, la independencia burguesa y la libertad burguesa” “(1969:47)”:
“Os horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada. Pero, en vuestra sociedad actual, la propiedad privada, está abolida para las nueve decimas partes de sus miembros; existe precisamente porque no existe para esas nueve decimas partes. Nos acusáis de querer abolir vuestra propiedad. Efectivamente, eso es lo que queremos” “(1969:48)”.
Entonces, de la misma manera que la propiedad privada y el trabajo asalariado son objeto de diatriba, la cultura burguesa, al igual que la familia, la educación y el matrimonio, sufren los golpes de la crítica en el Manifiesto Comunista.
Enseguida, los autores enuncian que el ascenso de la verdadera democracia al poder, la del proletariado, tendrá que realizarse gradualmente, avanzando de a pocos en la centralización de los medios que serán quitados a la burguesía. La sucesiva acumulación de las riquezas en las arcas del Estado, se verá afectada por el recrudecimiento de las tensiones con la clase doblegada, para lo cual debe contarse con un desarrollo total del sistema capitalista, que permita que el conjunto mundial de las masas explotadas pueda sostener la violencia bajo la modalidad de la dictadura popular. Este periodo estará caracterizado por la puesta en marcha de ciertas medidas tendientes a socializar los instrumentos y riquezas, asegurando así que al final “desaparezcan las diferencias de clase y se concentré toda la producción en manos de los individuos asociados. El poder político sucumbirá necesariamente, el proletariado mudará las antiguas relaciones de dominación, y surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será el libre desenvolvimiento de todos” “(1969:53)”.
Para finalizar, los autores retoman el tema que los ha mantenido ocupados durante los dos primeros capítulos: la superación de las profundas contradicciones que se contienen al interior del sistema burgués, y el ascenso de la clase obrera al poder-suprimiendo la eficacia de la propiedad privada-por medio de la revolución violenta. Aseguran que como partido seguirán apoyando las luchas nacionales entorno a la consecución de “los objetivos e interés inmediatos de la clase obrera”, pero que jamás olvidaran la responsabilidad que tienen “de inculcar a los obreros la más clara conciencia del antagonismo hostil que existe entre la burguesía y el proletariado” “(1969:63)”. Están ciertos de que la próxima y más avanzada revolución comunista tendrá lugar en el incipiente y civilizado suelo capitalista de Alemania, haciendo posible la generación de un clase proletaria consistente y progresista. “Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos”, pues el advenimiento de una lucha abiertamente violenta contra la clase explotadora resulta inevitable y absolutamente necesaria. En conclusión:
“Las clases dominantes pueden temblar ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada más que perder en ella que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar” “(1969:63)”.
Bibliografía y notas
Marx, C; Engels, F. Obras Escogidas. Moscú: Editorial Progreso, 1969.
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